Literatura del romanticismo - Autores y obras más destacadas!
Miré el techo. Había jaulas
colgadas y también cadenas, lazos y algunos juguetes de goma de esos que a los
perros les encantaba morder. En realidad, parecía más bien una tienda de
mascotas dedicada a los perros, aunque, como ya dije, se escuchaban los cantos,
o ruidos de los pericos.
No sabía que era lo que quería
Goliat allí, pero parecía nervioso mirando a todos lados como si buscara algo.
—¿Será que quieres un hueso,
amiguito? —le dije.
No ladró ni me miró. Tenía sus
sentidos fijos en algo familiar. Lo que hizo fue olisquear el aire. Un gesto
como el de mirar fijamente un lugar porque algo le interesaba. Algo buscaba, en
efecto. Pronto descubriría el qué.
Las voces de las personas se
confundían con las de los animales, y las que entraban por la puerta abierta
del negocio.
“Ya que estoy aquí, pensé,
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